Sinopsis
En 1973, Luis Gusmán publicó El frasquito. Su escritura descarnada, las relaciones transgresoras y subversivas de los personajes, lo convirtieron en un libro de época; luego en un clásico. Unos años después salieron Brillos y Cuerpo velado. Los tres eran novelas cortas, pero su intensidad (y su oscuridad) desbordaba la brevedad del género.
Esa escritura, preñada de furia, muerte y enigma, se fue cincelando. La furia se hizo más sobria, se convirtió en precisión y firmeza; la muerte y el enigma permanecieron. Lo atestiguan novelas ejemplares como Villa o El peletero, y también los cuentos aquí reunidos. Son un microcosmos de su obra, una eximia galería de sus temas y de la madurez de un escritor. La ambigua dignidad del pasado, los oficios y los valores en vías de extinción, el perdurable recuerdo del primer amor, la sombra helada y solitaria que proyecta una tragedia. La maestría narrativa de Gusmán se despliega en estas páginas.
“Son pocos los escritores argentinos que pueden adentrarse en mundos populares sin que eso cobre el aspecto dudoso de la impostación demagógica, de la pose mal actuada, de la excursión social al exotismo de clase, del salto mal calculado del sapo de otro pozo. Hay en Gusmán, como había por ejemplo en Arlt, como había por lo pronto en Onetti, una afinidad literaria genuina con el ambiente de los casinos ruinosos, los hoteles en decadencia, el sur y sus frigoríficos.” Martín Kohan (Fragmento del prólogo)