Por Fabian Bosoer. Diario Clarín
Botana encarna la tradición de los hombres de la academia y la política que ejercen el periodismo para intervenir en el debate público de las ideas, a través de columnas de opinión. Sigue la línea de Raymond Aron en Francia, Norberto Bobbio o Giovanni Sartori en Italia, perfiles con los que siente afinidad y de los que puede considerarse tributario, así como también otros más cercanos y contemporáneos, con actuación política como hombres de Estado, tal el caso de su amigo el ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti.
Prestigioso académico y catedrático además de reconocido analista político, Botana se autodefinió en alguna oportunidad como “un demócrata convencido, contra vientos y mareas”. Y este es el tercer aspecto que lo distingue: además de historiador y politólogo, como intelectual consustanciado con su tiempo: su compromiso con la democracia, entendida no solamente como régimen político de gobierno en el marco de las instituciones republicanas y el funcionamiento del Estado de Derecho sino también como dimensión constitutiva de la sociedad, su cultura y su vida cívica. “No concibo al intelectual fuera de la Ciudad” señaló alguna vez ubicándose en la reflexión, junto a las “mujeres y hombres de a pie”. Y también lo evidencia con la construcción de una obra frondosa y decisiva y necesaria para la historia de las ideas de nuestro país.
En La experiencia democrática. Cuarenta años de luces y sombras. Argentina 1983-2023 (Edhasa), Botana recorre y analiza los avatares de la política diaria, las decisiones acertadas o ruinosas, las dramáticas cifras de la economía estancada y la pobreza estructural, una dirigencia incapaz de arribar a acuerdos en torno a cuestiones fundamentales, la persistencia de la corrupción y el desencanto de la ciudadanía como una sucesión de renacimientos, torsiones y fracturas; de esperanzas, frustraciones y, en suma, declinación, cuyo carácter cíclico encuentra explicación histórica, institucional, política y cultural.
La identificación de los cambios que trajo la democracia en sus cuarenta años de vigencia ininterrumpida, y las continuidades que no le dieron respiro, es uno de los hilos conductores de este libro. Si, por un lado, la democracia reclama un consenso básico sobre sus reglas para que la rotación de gobiernos haga su trabajo, las polarizaciones excluyentes y el faccionalismo en los partidos y movimientos erosionan esa plataforma de la convivencia cívica. Un rastro que se remonta al pasado más lejano del siglo XIX y en especial, para este punto de vista, a la gran crisis de legitimidad que vivió la Argentina entre 1930 y 1983, medio siglo de golpes cívico-militares cada aproximadamente diez años (1943, 1955, 1966, 1976) que culminaron en la violencia extrema y el terror recíproco de los años 70. La democracia inaugurada en 1983 cortó esa cadena opresiva, pero no pudo revocar unas continuidades que permanecieron de manera latente y se manifestaron en la forma de recurrentes desestabilizaciones, así como de una doble acechanza que aparece como las dos caras de Jano: la emergencia y la ingobernabilidad. La concentración del poder y los déficit en la capacidad de gobernar.
Como señala Sanguinetti en el prólogo, “la Argentina ha pasado de todo, pero las instituciones, aun a trancas y barrancas, han logrado preservarse”. Podría añadirse: a fuerza de caernos y levantarnos, tensar la cuerda y caminar al filo de la navaja, la democracia argentina ha logrado ser algo más que lo que los sucesivos gobiernos hicieron y des-hicieron en nuestro nombre. Una democracia, como la define el autor, “con voluntad de durar”.
Esta obra de Botana es más que un preciso relato histórico. Se recibe como un imprescindible manual de orientación para ahondar en los conceptos que subyacen en el debate diario y en el discurso público: liberalismo, populismo, legitimidad republicana… Una radiografía del pasado y del presente que ofrece también razones para la esperanza: pese a los azotes y erosiones sufridas, y las que seguimos padeciendo, las luces prendidas de la democracia no se apagan. La persistencia de la tradición liberal y la construcción siempre inacabada de una república democrática son para Botana, como en otro sentido lo fue para Eduardo Mallea, la historia de una pasión argentina. Y de una tarea prometeica.