En diciembre del 2001 el sistema político argentino estuve al borde del abismo. Renunció el presidente Fernando de la Rúa, imperaba la consigna “que se vayan todos”, la pobreza alcanzó niveles récord, los depósitos de los ahorristas estaban presos en los
Nació en San Luis. Es abogado por la Universidad Católica de Córdoba y doctor en Filosofía por la Universidad de las Islas Baleares (España); obtuvo el Diplôme d´Études Approfondies en “Études de l´Amérique Latine”, Option Sceinces Politiques (París III). Actualmente es Profesor Titular de Teoría Política de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Investigador del Consejo de...
En diciembre del 2001 el sistema político argentino estuve al borde del abismo. Renunció el presidente Fernando de la Rúa, imperaba la consigna “que se vayan todos”, la pobreza alcanzó niveles récord, los depósitos de los ahorristas estaban presos en los bancos. A casi nueve años de aquel momento, se pasó la página de esa crisis para encontrar otra de singular complejidad. Lo que hoy parece amenazado es el ejercicio de la vida republicana. Las instituciones existen, sí, pero su funcionamiento está lejos de ser el previsto. Aunque la libertad impera, se ejerce una fuerte presión sobre el equilibrio de poderes. Es como si se respetaran la convivencia y la ley ( y no siempre, vale aclarar), y al mismo tiempo se ignorara el espíritu que las justifica. En ese ensayo admirable, por la precisión de las ideas y por la capacidad para plantear los problemas centrales del presente, Hugo Quiroga analiza el proceso de reconstrucción política de la Argentina y marca sus peligros. Algunos repiten situaciones vividas durante el menemismo; otros son el efecto de un tipo de liderazgo que sin incumplir los principios de la democracia muy a menudo vulnera la reglas en las que la democracia se basa.