Sinopsis
Es un edificio imponente, sobrio y ordenado, una colmena de oficinas, con su burocracia, su parsimonia. Sin embargo, en cada cubículo no hay un empleado despachando trámites, hay un oneiro: alguien que entrega a sus pacientes miniaturas de objetos (animales, herramientas, máquinas, piezas de vestimenta, órganos vitales) para inducirlos a soñar. Este oficio tiene sus propias reglas, que velan por la eficacia del método. Por ejemplo: los proveedores de sueños no pueden tener relaciones personales con aquellos que los visitan, que son siempre los mismos. Y tampoco pueden tratar a dos personas que sean familiares.
Pero los sistemas fallan: una madre y su hijo son atendidos por el mismo oneiro, y a partir de este error, el tenue muro que los separaba se desmorona. La existencia de esa familia está al alcance de su mano. La tentación es demasiado intensa para resistirse. El oneiro pasa de factótum de sueños a ejecutor de realidades.
Con una deslumbrante prosa poética, en Las miniaturas, Andréa del Fuego narra vidas sencillas que entran en contacto con lo extraordinario. Hay en su novela un lejano espíritu kafkiano, pero sin su angustia, omitiendo toda parábola trascendental. Lo que prima es la inquietud, a partir de inflexiones sutiles que muestran la ligereza de la vida, su fragilidad. Sueños y realidad se enlazan con maestría en un relato que se disfruta desde la primera línea, y que, hasta el final nos mantiene entre el desasosiego y la ternura.