Sinopsis
No hay política sin una política sobre la memoria. Y más aún en un país como la Argentina, marcado por los enfrentamientos políticos. Pero la memoria también tiene un su propio abuso; pues nunca es neutra. En este libro Jorge Jinkis piensa este fenómeno, y se pregunta cual puede ser el equilibrio para que una política de la memoria que mantenga presente la violencia del pasado, pero que a su vez no genere sus propia violencia.
Como Michel Foucault decía del hombre, cabe afirmar que la memoria, como espacio político, es una invención reciente. A primera vista, es uno de los efectos del exterminio nazi. Como la historia no suele ser tan directa y tajante, es seguro que una genealogía más atenta encuentra múltiples atisbos de su origen antes que eso. Se puede conjeturar que la memoria política es una respuesta (no necesariamente obvia) a un estallido de violencia de tal magnitud, planificación y sesgo que desborda el cauce de la razón. Pero esos crímenes de lesa humanidad han sucedido; sujetos racionales los han planeado y ejecutado. No se puede por tanto derivar esos hechos a la irracionalidad. Sería una derrota, y quizás definitiva.
Al mismo tiempo, la memoria política ha escrito su propia historia; un conjunto de hábitos y prácticas que aspirando a una positividad plena, como toda acción, construye sus propios límites y negatividades. No es un espacio puro, al margen de las contingencias de su tiempo y de los efectos de su accionar. La pretensión de neutralidad veraz, justa y entendible por los objetivos que la memoria se propone, puede ser, paradójicamente, un escollo para su eficacia política.
La Argentina de las últimas décadas ha respondido con memoria y sin olvido a la Argentina de la dictadura. Sin embargo, esta respuesta corre el riesgo de volverse un reflejo bien pensante. Y sin buscarlo, puede construir su propio olvido, un vacío donde sus premisas se debilitan. Violencias de la memoria piensa apelando a un origen de la memoria que se remonta a los griegos, de quienes podemos seguir aprendiendo. No homologa el exterminio nazi con los crímenes de la dictadura porque en esa indiferencia se pierde la política diversa que uno y otro hecho imponen. Y no acepta la potestad de la buena conciencia porque en esa ingenuidad se evapora el poder del pensamiento, su capacidad de conmover el presente.
En este libro indispensable, de una inteligencia que a menudo asombra, Jorge Jinkis hace algo más arduo, y si cabe, más doloroso: sospecha que la memoria política, aun en plenitud y en acción, corre el riesgo de resignar su dignidad. Y sostiene que este destino se vuelve posible no solo por los enemigos de la memoria, que siempre están y estarán, sino también por los propios cultores si no hacen la historia de su práctica ni actualizan los efectos de sus políticas. Violencias de la memoria, entonces, interpela a la memoria desde su celebración, y lo hace para descubrir sus complejidades y amenazas, para extraer de su praxis un camino enriquecido que sepa responder a los peligros de una supervivencia inerte.